“Desde la creación de las revistas científicas hace 350 años las editoriales privadas con fines de lucro han incrementado su influencia en el sistema científico. La proporción de la producción científica publicada en revistas de estas editoriales ha aumentado de manera constante en los últimos cuarenta años, y más aún desde el advenimiento de las tecnologías digitales. Este avance del mercado editorial no sólo representa un negocio con altos márgenes de ganancia, sino que también ubica a las grandes editoriales como actores preponderantes en la definición de políticas del sistema científico.
Sobre la base de 45 millones de artículos científicos indexados en la Web of Science (WoS) y publicados durante el periodo 1973 – 2013, se demostró que, desde la década de 1970, las seis mayores editoriales de trabajos de investigación del mundo tomaron el control de las publicaciones de artículos académicos en varias ramas de las ciencias. Esas editoriales son American Chemical Society (ACS), Reed-Elsevier, Springer, Wiley-Blackwell, Taylor & Francis, y Sage. De las seis mencionadas, cinco son empresas privadas, salvo ACS que pertenece a una asociación científica sin fines de lucro. En 1973, estas grandes editoriales controlaban apenas el 20% de las publicaciones. En 1996, con el advenimiento de la era digital, alcanzaron el 30%. Y continuaron incrementando su participación al punto tal que, hacia 2013, absorbían ya más del 50% de las publicaciones científicas indizadas en WoS.
Si bien es cierto que históricamente los/as editores/as desempeñaron un papel central en la difusión del conocimiento científico, en la era digital las facilidades que ofrecen los múltiples recursos con que hoy se cuenta permiten cuestionar el rol tradicional que siguen ejerciendo. Más aun teniendo en cuenta que la casi totalidad de las revistas científicas se basan en un sistema de revisión por pares, que utiliza a las/os propias/ os investigadores/as, sin pagar nada por ello, para realizar esta tarea. Es decir que el control de calidad de lo que se publica no es un valor añadido centralmente por los/as editores/as, sino por la propia comunidad científica que lo hace gratuitamente. Por otro lado, la edición digital y difusión por la web ha reducido drásticamente los costos de producción (impresión, distribución), que ahora se limitan a la maquetación de los manuscritos (muchas veces también a cargo de las/os autoras/es), la administración de los referatos y el mantenimiento de las plataformas y servicios de publicación digitales, entre otros. Costos reales que existen, pero que de ninguna manera justifican el aumento de los precios. Este creciente desfasaje entre costos y precios indudablemente es una de las razones por la cual estas grandes editoriales cuentan con enormes márgenes de ganancias
El movimiento de acceso abierto (u open access, como se lo denomina habitualmente) surgió en 2002 como reacción a esta problemática por parte de investigadoras/es, editores/as, bibliotecarias/os, profesores/as, alumnas/os y otros/as integrantes de la comunidad científica de todo el mundo, y propuso lograr acceso libre y gratuito en Internet a la literatura científica. Como ya se mencionó, las revistas consideradas más prestigiosas en cada disciplina -que son las elegidas mayoritariamente para publicar- son aquellas gestionadas por las editoriales comerciales más poderosas a nivel global, y éstas claramente no son de acceso abierto.
Por otro lado, señalemos que las revistas de acceso abierto pueden estar subvencionadas por fundaciones o sociedades científicas, o bien financiarse mediante el cobro de una tasa de publicación denominada APC (article processing charges) que es abonada por el/la autor/a o por su institución financiadora. Esto fue visto por el sector editorial privado como una posibilidad de negocios. Así pues, y frente al avance del movimiento de acceso abierto, las editoriales comerciales comenzaron gradualmente a ofrecer “revistas híbridas”. Es decir, revistas cerradas pero que ofrecen “liberar” un artículo si el/la autor/a paga el APC. De esta forma, algunas revistas de las grandes editoriales empezaron a cobrar entre 1.000 y 3.000 dólares por artículo, obteniendo aún más ganancias que las que ya tenían.
Esta política fue fuertemente cuestionada por las/os impulsoras/es iniciales del movimiento de acceso abierto, que consideran que la real vía implica que ni el/la autor/a ni el/la lector/a deban pagar. Y es además otro ejemplo de cómo las grandes editoriales se apropiaron de una iniciativa que en principio había nacido como forma de democratizar y ampliar la difusión y acceso a las publicaciones. En esta modalidad hay instituciones que llegan a pagar tres veces por lo mismo: a el/la investigador/a para que investigue y genere un artículo, a las empresas editoriales por publicar ese artículo abierto en una revista cerrada, y a las mismas empresas para poder suscribir a la revista.”
Fuente: http://portal.amelica.org/ameli/jatsRepo/214/214889005/html/index.html
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